Toda la información que disponemos de los Mayas es gracias a cuatro
«Códices» o libros hechos en papel de amate ( que es una corteza de árbol), que
lograron sobrevivir a la destrucción; por cuanto el obispo Diego de Landa,
perseguidor de idolatrías en el siglo XVI , reunió más de cinco mil libros de los
Mayas al pié de las pirámides de Mérida, y en un Auto de Fe los quemó, porque
según él , allí habían muchas cosas que contradecían las Sagradas Escrituras. Uno de
los pocos libros que sobrevivió es el llamado «Códice de los Eclipses» (que se
encuentra en la ciudad alemana de Dresde), donde están profetizados estos eventos
astronómicos hasta el siglo XXI con una certeza impresionante. En éste códice se
anunciaba entre otros el eclipse del 11 de Julio de 1991, simbolizado por un trono de
huesos humanos, que podrían señalar el descalabro del poder (¿quizás la crísis del
PRI?), enmarcándolo dentro de un suceso muy importante, el regreso a la tierra de los
extraterrestres:
“Ay de la tierra... el final de los guerreros jaguar,
el inicio de la Nueva era, resurgirá de las cenizas...
la vida y la muerte..., la Nueva Era,
donde regresarán los Señores de las Estrellas”.
Interpretación:
El 11 de Julio de 1991 sobre la ciudad de México, una de las más pobladas del
mundo, apareció un Ovni justo cuando la gente se encontraba observando un eclipse
muy promocionado. El avistamiento empezó a las 13.18 p.m. y término a las 13.31
p.m. Por lo que duró trece minutos. Y recordemos que el número trece era sagrado
para los Mayas, porque significaba las trece lunaciones del calendario lunar o de la
fertilidad. A partir de ese día se inició la oleada ovni más impresionante que se haya
registrado sobre país alguno; una oleada que continúa.
Otro de los eclipses que estaba anunciado era el que tenía que acontecer el día
11 de agosto de 1999, según nuestro calendario, y que vendría acompañado de una
profecía que decía que con dicho eclipse la humanidad entraría en el llamado «Salón
de los Espejos», donde debíamos aprender a observarnos a nosotros mismos tal como
somos para entender la necesidad de un cambio, y emprenderlo . Para esto se
produciría en éste tiempo el «Cahuac» (la tormenta), que sería un periodo muy
violento que conduciría a una gran transformación de todo cuanto nos rodea. También
se hacía referencia que estábamos entrando en la Era de la Madre, por lo que nuestra
relación con el planeta (la Madre Tierra) era vital. O aprendíamos a convivir con la
naturaleza en armonía, o la naturaleza misma se encargaría de deshacerse de
nosotros.
Resulta ser que los Mayas eran un pueblo extraordinariamente sabio, que
desarrolló las matemáticas y la astronomía como pocos. Ellos habían datado el inicio
de su civilización en el año 3113 antes de nuestra Era. Y según sus mitos, sus
antepasados eran extraterrestres que habían llegado procedentes de «Las Pléyades», a
través de una «Gran Caña Hueca» o «Cola de Serpiente». Coincidiendo esto con las
últimas teorías científicas que nos hablan de «Agujeros de Gusano» o «Pliegues
Cósmicos», para recorrer las grandes distancias en el universo, viajando a través del
espacio tiempo.
Los mayas sabían que nuestro sistema solar giraba alrededor del sol al que
llamaban «Kinich Ahau», y que nuestro mundo era redondo, y giraba sobre sí mismo,
lo cual les permitió elaborar muy precisos calendarios lunar y solar. Además, sabían
que todo nuestro sistema solar giraba una vez cada 25,625 años alrededor de las
Pléyades, acercándonos y alejándonos del centro de la galaxia, en lo que ellos
llamaban «un día galáctico». Mientras que el giro que hacía todo el sistema alrededor
del centro de la galaxia, al que ellos llamaban «Hunab Ku», se completaba cada 260
millones de años, en un «año galáctico», que es a la conclusión que ha venido
llegando la ciencia actual en los últimos veinte años, contando con todos los adelantos
de la tecnología actual, tanto para la observación como para hacer los cálculos. Por lo
que la pregunta que se nos plantea es: ¿Cómo lo supieron los mayas sino tenían ni
telescopios ni computadoras?
Para los mayas el día galáctico se dividía en cinco ciclos de 5125 años cada
uno. Había un ciclo que era como el amanecer, otro como la mañana, otro el
mediodía, otro la tarde y el último ciclo era la noche. Según sus libros, su civilización
se inició cuando empezaba el último ciclo de cinco ciclos, por lo cual nos
encontraríamos culminando una terrible noche oscura, acercándonos al inicio de un
primer ciclo o amanecer. Esto coincidiría con la profecía azteca del inicio para ésta
época del llamado «Sexto Sol».
Cada cambio de ciclo, nuestro sol (Kinich Ahau) se conectaba con el sol
galáctico (Hunab Ku) a través de un rayo sincronizador a manera de latido cósmico
(que es emanado hacia toda la Galaxia). Este rayo sincronizador o energía
extraordinaria, habría empezado a llegar con fuerza entre el 11 de julio de 1991 y
1992, y marcando los últimos 20 años del ciclo (un katun), y haciéndonos entrar en
el «tiempo del no tiempo»...
Los mayas habrían lanzado una serie de profecías que tomaban como punto de
partida el eclipse de agosto de 1999, cuando quedarían 13 años para realizar los
cambios e integrarnos con el planeta . Según éstas profecías con el inicio de la Era de
la Madre y de la mujer, la humanidad encontraría cada vez más esperanza,
acercándonos al final de los miedos, y teniendo la posibilidad de trascender o de
terminar con el mundo. La cuenta regresiva terminaría el día 22 de diciembre del año
2,012 según nuestro calendario.
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